miércoles, 12 de enero de 2011

AÑO NUEVO...

    Por fin la deliciosa rutina vuelve a mi vida. Atras quedan las comilonas, los regalos y reuniones familiares. Lo mejor del mes de enero, son sin duda las rebajas. Lo peor, aun peor que la inevitable dieta hipocalórica, es la ley antitabaco.
  
    La pasada noche de reyes, me la pasé en la puerta de los bares fumando como nunca en mi vida. Allí, en la entrada a la Sala Sol, estaba  Rose y medio Madrid. Lo bueno de esta ley, son las infinitas posibilidades de ligoteo, negocios o nuevas amistades que puedes hacer en el smooking point. En ese momento mi mente me transportó a mi último viaje a Nueva York en 2006. Jim y yo fumando en la puerta del mítico club CBGB. En la ciudad de la libertad, ya se practicaba el odio al fumador y esa noche disfrutábamos de los últimos conciertos de la sala. Yo calzaba mis Doctor Martens y unas falditas escocesas, y también fumaba sin parar.
  
    Tanto en Madrid como en Nueva York, los daños colaterales de la ley, acabaron siendo una gripe en toda regla. Tras las fiestas, no me ha quedado más remedio que quedarme en casa, con altas dosis de vitamina C. Estos días que yo esperaba de compras frenéticas, se han convertido en una maratón absurda de la serie Gossip Girl. Me he pasado dos días estudiando el look de Blair Waldorf. Mi primera compra del año, será una capa de alpaca y una diadema de Hoss Intropia. La vida frívola de ésta pandilla neoyorkina, me ha llevado a preparar mi próximo viaje a la Gran Manzana: paseos por el Upper East Side, compras en Bloomingdales y desayunar todos los días en Magnolia.



    - Rose deja de ver esa serie. Te estas convirtiendo en una harpía de lo más frívola. Nuestros viajes nunca rozarían el Upper East Side.

    - No me jodas, paso del Village. Quiero que me lleves a cenar a  Balthazar y a comprar macarons.

    - Ma...¿qué?. ¿Y las cervezas en el Smalls?.Leé el libro de Auster que te regalé, y apartaté de la tele señorita Waldorf.


     Menos mal que mi marido me obligó a leer Sunset Park. A parte de ser un gran libro, me ha vuelto a recordar por qué Nueva York me encanta. La ciudad que no duerme, que se mueve y está viva. He preparado un  tour por el barrio del libro, en pleno Brooklyn. Un maravilloso lugar conocido por sus atardeceres, sus tienditas  y sus cafés. Un sitio que Blair y Serena no pisarían con sus manolos. Eso sí con mis nuevas botas de Vivienne Westwood para Doctor Martens. Rockera pero con glamour.

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