viernes, 24 de junio de 2011

BRONCEADO CERDEÑA

    No hay nada mejor que lucir bronceado en Madrid, cuando  la gente se apaña con las cabinas de tanning del Chi Spa o sentándose en una terraza a la hora del almuerzo. Hace cinco días que volví de la boda en Cerdeña de mi amiga Helena, y aun consevo el bello color de la isla en mi piel. Cuando mis clientas me preguntan por mi bronceado, las animo a pasar un fin de semana en Allghero. Seguro que les sale más barato que el falso bronceado en Chi Spa o Maribel Yébenes.

    Jim y yo decidimos gastar el dinero en cosas tan importantes como las maravillosas camas balinesas del club de playa del hotel, o en la caldereta de langosta del mejor restaurante de Cerdeña. Por eso, volamos en low cost, a pesar de la cara de espanto que puso Piti cuando se lo conté.

    - No puedes llegar a la mansión de Briatore en un charter. Además, en Alitalia, te regalan un pañuelo de Gucci si viajas en primera. El jet privado de Paolo, está al completo con la familia de Helena.

    - Tu no aprendes Piti. Gástate mil euros por dos horas en primera y usa el gucci cuando llores por arruinarte de nuevo. Por cierto, nunca me gustaron los motivos ecuestres de esos pañuelos.

    Al final, Piti entró en razón y viajó con nosotros en Easyjet. Me pidió que no se lo contara a nadie, su marido quería cerrar algún negocio con Briatore. Cuando se bajó del avión, aun le temblaban las piernas recordando la bolsita de cacahuetes fritos que le habían dado de desayuno.




   - Gracias Rose por convencerme. Rodrigo y yo, hemos podido reservar una suite en el Colonna Pevero. Es muy chic. En el baño hay una cesta con productos de La Mer y un frasco de la edición limitada de los perfumes de Armani. Mucho mejor que ese coñazo de pañuelo de Gucci.

    Piti, desde luego, no tiene remedio. Sobre todo cuando se presentó en la boda con un espectacular Armani Privee. Los destellos de su vestido, ensombrecieron mi Alberta Ferretti. Ohli me lo había prestado de su show room. Tuve que estar una semana entera comiendo pomelos. Casi acabo con una úlcera de estómago, pero entré en el vestido. De verdad, nunca comprenderé a las flacas.



    Por fin, apareció Helena de la mano de su padre. Iba preciosa con su vestido de Armani hecho en exclusiva por el mismo Giorgio. El, estaba sentado en primera fila admirando su creación y compitiendo en bronceado con Valentino y Cavalli. No podía haber más famosos por metro cuadrado. Casi piso a Lady Beckham en el baño. Y casi me desmayo cuando George Clooney, me pasó un canapé de cigala glaseada en el cóctel.

    La boda estaba siendo un éxito: Rodrigo consiguió algo con Briatore. Yo me quedé alucinada con las tetas perfectas de su mujer Elisabetta. Y Jim, claro. Ohli ligó con un francés muy guapo que  prometió enseñarle la Toscana y que al día siguiente, ya había desaparecido de su cama antes del desayuno. Y Piti...en fin, consiguió que Clooney le explicara el mecanismo de la cafetera Nespresso, ante la mirada atónita de Helena y Paolo. Pero no contenta con eso, se integró totalamente en el grupo de los diseñadores de moda bronceados, y se pasó toda la noche bebiendo mojitos de tequila con ellos. Estaba aburrida porque su marido no paraba de hablar con los magnates italianos.

    Al amanecer,  Jim y yo aun estábamos en la playa en plan romántico. Descalzos, y vestidos de etiqueta, pareciamos un anuncio de Dolce & Gabanna rodado en Capri. A lo lejos, Rodrigo sujetaba el pelo de Piti para ayudarla a vomitar el tequila. A la pobre le esperaban dos horas de vuelo low  cost  de vuelta a Madrid. De vuelta a la realidad.

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