jueves, 2 de junio de 2011

I LOVE MILAN

     Estamos en Milán. Cuatro mujeres solas, alojadas en un ático en Vía Montenapoleone. Después de un fabuloso desayuno en la terraza con vistas al Duomo, he distraido a las chicas y me he inventado una excusa. Desde que supe que viajábamos a Milán, sueño con el momento de posar mis tacones en el suelo de mármol de Prada Milano. La exclusiva tienda de moda abrió sus puertas en 1913 y por allí ha pasado desde Sofía Loren, a  Jackie Kennedy. Creo que con Onassis de apellido también.


     Tenía el tiempo justo antes de ir al atellier de Armani. Helena tenía la prueba de su vestido de novia a las once, debía estar a su lado porque al otro iba a estar Flavia, la madre de Paolo. Como me empeñé en calzarme mis jimmy choos de doce centímetros, y no quise coger un taxi hasta la tienda, se me hizo un poco tarde. Pero por fin estaba dentro de la historia de la moda, dentro de Prada Milano. En las mismísimas entrañas de Miuccia Prada.

      Estaba sentada en un precioso sofá de terciopelo rojo, calculando el número de plazos mensuales necesarios para pagar unos zapatos, cuando noté que una dependienta fijaba su mirada en mi nuca.

      - Sólo estaba mirando, llevo un mes enamorada de estos tacones de piel trenzada. Pero mejor me da la dirección de Miu Miu. A ver si me llega para unas bailarinas.

       - No señora, no era eso. Mire lo que quiera. Desde que entró, me he fijado en su vestido, es de nuestra colección de este verano. Pero algo distinto...


  
 
       - Pero nada, es de Zara. Supongo que en Italia a Amancio no le dejan vender sus imitaciones. Es mono, ¿verdad?. Cincuenta euros en Madrid.

        Salí de la tienda tarde, con mis zapatos de Prada en las manos y con un encargo de quince vestidos de Zara. Las pobres dependientas tienen unos sueldos bajísimos. Ni con el descuento como empleadas, suelen comprarse nada. A cambio del pedido, me dejaron los zapatos a precio de cliente vip. En Italia todo funciona así. Por supuesto, llegué media hora tarde a Armani.


       - ¿Dónde coño estabas?. Tienes el móvil sin batería. Giorgio está de los nervios. Tiene una sesión de fotos  con Victoria Beckham  en dos horas. ¡Ah, dios mío, has estado en Prada!. Nos dijistes que ibas al Duomo y te has ido de tiendas. Flavia está furiosa, así que lo tenemos difícil...

        - No es mi culpa, es el cuero italiano. Yo iba al Duomo...

        - Claro Helena, Prada es irresistible. Mira el trenzado de la piel.

         Giorgio nos pasó a un salón privado de decoración minimalista. Nos sirvieron café latte y esperamos a que saliera Helena con el vestido. Flavia ni nos miró. Estaba muy enfadada conmigo. En ese momento, hice el sacrificio mas horrible que he hecho por nadie. Valoré mi amistad con Helena y le regalé mis pradas a Flavia. Le conté que me había retrasado, porque buscaba un regalo inolvidable para la madrina. No sufría tanto por la moda, desde que descubrí atónita, que se volvían a llevar los zuecos con tacón.

         - Rose, cara. ¡Llevo semanas detrás de esa tacaña de Miuccia!. Prometió regalarme unos y sigo esperando.

          - La verdad, es que esta chica, no se estira mucho Flavia. Helena me lo contó todo y esta mañana salí corriendo a Prada.
 
       Los siguientes días en Milán fueron maravillosos. Helena y su suegra estuvieron todo el tiempo de compras y en los mejores centros de estética de la ciudad. A Flavia le pareció genial la idea de la boda en la playa y horroroso que compraran una casa en La Moraleja. Nos invitó a cenar en los mejores sitios y fuimos a un desfile de Valentino. No compré en Prada pero conocí a Armani y a Valentino. ¿Qué más puedo pedir?. Quizás que Helena me devuelva mis zapatos de Prada.
           

         


                                                                                                                                  

No hay comentarios:

Publicar un comentario